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"El grito (Skrik)", 1893, Edvard Munch |
"Creatividad, innovación, pasión y conocimiento. Porque somos muchas las que aportamos todo esto en la Red y queremos ponerlo en valor..."
¿Y en qué categorías quiere mujerhoy que demuestres tu creatividad, innovación, pasión y conocimiento? En tres: moda, belleza y mamás y bebés. Sí, sí, estas son las opciones y "El grito" una ilustración de la cara que se me quedó a mí y a más de una malamadre al echarle un vistazo a la convocatoria.
La razón del mosqueo de mi amiga tenía que ver con la sensación de estafa de esto de las malasmadres: tan malas no serán si se ponen contentas ante un concurso de blogs de semejante calibre. ¿Qué hay de maldad en ser una madre moderna que, además de dedicarse a actividades que le son propias como estar mona y cuidar retoños, se anima a compartir su sabiduría con el resto de las mujeres a través de las nuevas tecnologías?
La lectura más inmediata es que, en efecto, no pueden ser malas; no si el sistema ideológico dominante las acepta con tanta alegría, ya sea El País o Mujer hoy que, para el tema que nos ocupa, son lo mismo. ¿Será el malmadrismo la evolución del girlpower? ¿Será que las jóvenes del girlpower ya se han puesto a procrear y se han convertido en malasmadres? En todo caso, la idea es la misma. En vista de que demonizar el feminismo no acabó con él (las feministas machorras y lesbianas de los años 70 resultaron ser menos machorras y menos lesbianas de lo que el patriarcado hubiera querido y ahora se las encuentra aún por los pasillos de los centros de poder, por las calles y las manifestaciones y por las generaciones más jóvenes), vamos a ver si podemos quitarle la cafeína, la grasa, el gluten y la lactosa y vender el sucedáneo en un envoltorio cool.
Las malasmadres, cuya simple existencia sería imposible si el feminismo no existiera, han dejado de ser un simple grupo divertido de facebook y han dado el paso a la exposición pública masiva. Es una oportunidad estupenda de dar voz a un discurso alternativo al de la maternidad sublimada, de decir todo eso que nadie te había dicho sobre lo que te espera cuando te reproduces, de contar las historias de las madres que sí existen, las que se caen de sueño, las que mantienen todo el tiempo posible posible los biberones, purés y pañales porque, aunque la criatura ya tenga dientes y buen uso de razón, tú no tienes ganas de meterte en esa guerra.
Creo que esta es la idea del Club de las malas madres, pero no me parece que los medios que publican estos días entrevistas y artículos sobre ellas tengan la voluntad de oír esta versión de la historia. Me parece que el Club se recibe más con un "mira estas qué graciosas" que con un "vaya, la maternidad no es lo que pensábamos". El concurso de Mujerhoy dentro de las malasmadres provoca enfado porque nos está diciendo que, en realidad, somos malasmadres pero Buenas Madres, que aprovechamos para quejarnos un poco pero sin cuestionar a fondo la idea mística de la maternidad como lo más sublime que nos ha podido pasar nunca. Por eso no damos miedo, por eso los medios de comunicación masivos no tienen ningún problema en dejarnos un espacio.... porque saben que, al final del día, mientras sacamos la bolsa de croquetas del congelador, sabemos que lo suyo sería cocinar un pescadito muy sano y muy fresco y ojalá no estuviésemos tan cansadas y pudiéramos hacerlo y, mientras ponemos el aceite en la freidora, estamos pendientes de la lavadora, de que hay que ir a comprar mañana, de que toca revisión con la enfermera de pediatría el mes que viene y que la semana próxima hay jornada de puertas abiertas en los coles. Así, el patriarcado nos deja desahogarnos a cambio de que sigamos siendo madres, buenas o malas, pero con toda la profundidad de su significado.
Dicho esto, la historia y la experiencia también nos muestran que, cuando las mujeres se juntan (y más aún cuando se juntan muchas), el patriarcado tiembla. De ahí, sin duda, el esfuerzo de los medios por resaltar lo más superficial de este Club de las malas madres, su parte más lúdica y menos inquietante. Ahora depende de ellas (de nosotras) decidir cómo de malas quieren ser. ¿Buscamos simplemente un poco de espacio en el que descansar al final del día para poder enfrentar con energías renovadas nuestro papel de madres? ¿O queremos de verdad cuestionar y cambiar ese papel? Esta segunda opción es menos comercial, pero mejor para todas a corto y, sobre todo, largo plazo. Yo lo tengo claro y mi amiga también.
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