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Autorretrato (2004) Catherine Opie |
Lo que está claro es que la decisión es personal e intransferible, igual que las susodichas tetas involucradas en el asunto. También está claro que los bebés se crían estupendamente de las dos formas y quieren o dejan de querer a sus madres igualmente, hayan comido lo que hayan comido en su etapa de lactantes.
Sin embargo, en la vida real, la forma de alimentar a los bebés no se plantea en estos términos. Existe una presión brutal sobre las madres para que "opten" por la teta. Desde las revistas sobre embarazos y bebés (que merecen una entrada aparte), pasando por el personal sanitario (donde, afortunadamente, hay de todo), hasta cualquier persona que te cruces por la calle. Y no me resisto a reproducir un tipo de conversación de lo más habitual cuando vas por ahí con un bebé a cuestas:
- "¡Qué bebé más mono! ¿Lo estás criando tú?" (traducción simultánea, porque la primera vez que a mí me dijeron tal cosa, no entendí la pregunta: "¿Le das teta?")
Opción A:
- "Pues sí".
- "Ah, muy bien, eso es lo mejor".
Opción B:
- "Pues no".
- "Anda, ¿y entonces?" (traducción simultánea: "Explícate, que si no lo haces por un problema de salud, es una pena pero lo acepto. En cambio, si no lo haces porque no te da la gana, te voy a contar las terribles repercusiones para el bebé, para ti y para vuestra futura relación familiar")
Escapar a la presión es imposible. En todo caso, se puede llevar con más o menos salero, pero vale más estar preparada para admitir que, durante los primeros meses del bebé, el uso de las propias tetas como fuente de alimentación se va a convertir en un tema de debate público. La única salida que se me ocurre es buscar un grupo de amigas y/o madres con tres dedos de frente que te sirvan de apoyo a la hora de elegir libremente si quieres dar teta o no darla y que no te juzguen, decidas lo que decidas.
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